Jon Rahm observó un video de la última edición del PGA Championship que se había realizado en Oak Hill. La referencia carecería de mucho valor, si se toma en cuenta la amplia remodelación del Campo Este, la cantidad de lluvia que cayó en la semana de aquel torneo en 2013 y el hecho de que se llevó a cabo en agosto.
Rahm conoció algunos detalles que podrían servirle. Particularmente atestiguó la disciplina mostrada por Jason Dufner cuando se metió en problemas en el tiro de salida, y cómo se basó en su juego con el wedge.
Más que un estudioso del juego, el español de 28 años está obsesionado por el mismo. Recientemente se describió a sí mismo como alguien “más que adicto al golf”.
“Lo hago prácticamente en cada Major”, dijo Rahm el martes, en referencia al estudio. “Simplemente me gusta. Incluso si no hay temporada o major, puedo hacer esto en casa. Lo he visto en las redes sociales, todo lo que uno puede ver de las rondas dominicales en Augusta y en buena parte de los majors. No es investigación. Simplemente me divierte”.
También le divierte ganar. Así que está pasando uno de los mejore momentos de su vida.
El Masters representó su cuarta victoria del año. El español figura entre los favoritos para el PGA Championship, en un campo de Oak Hills que parece idóneo para su estilo de juego —agresivo, fuerte, con contacto limpio y gran juego de wedge.
Y se muestra seguro de sí mismo.
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No está interesado en completar el Grand Slam en el mismo año. Como campeón del Masters, es el único que tiene oportunidad de conseguir una proeza que nadie logra desde 1934, cuando comenzó a jugarse en Augusta.
Tampoco le importa particularmente completar el Grand Slam durante su carrera. Ha recorrido la mitad de ese camino con sus conquistas en el Masters y en el US Open que se realizó en Torrey Pines. Lo que más le interesa a Rahm es su número total de trofeos en Majors. Quiere que esa cifra sea la más alta posible.
“Ganar dos majors no es fácil, y pensar que puedes elegir los que ganas resulta ridículo”, dijo Rahm. “Sin sonar demasiado arrogante, prefiero concentrarme en el número de majors que en tener el Grand Slam. Evidentemente, sería asombroso, pero si te colocas en una posición para ganar majors, es más probable que lo logres.
“Pero hay un número muy pequeño de jugadores que puede lograr esto. El último fue Tiger (Woods). Obviamente no es algo fácil de conseguir”.
No hay necesidad de decirle eso a Jordan Spieth, mucho menos esta semana. Tampoco a Rory McIlroy o a Phil Mickelson. Les falta un trofeo para ser los primeros desde Woods (2000) y los sextos en la historia en ganar todos los majors.
McIlroy perdió otra oportunidad en el Masters, donde ni siquiera pasó el corte. Mickelson se ha resignado en seis ocasiones al segundo lugar en el US Open, el único major que no ha ganado.
Spieth necesita el Trofeo Wannamaker, y finalmente llegó al campo el martes, con la muñeca izquierda vendada y una cinta de kinesiólogo en el codo. Se desconoce cómo podrá lidiar con el rough, que abunda en este campo.
La preocupación sobre Oak Hill en mayo se relacionaba con las condiciones meteorológicas y cuán rápido se moverá la bola sobre el césped. Parece que esas preocupaciones se han desvanecido.
“Hay que pegarle lejos y recto”, consideró Tony Finau.